Sabemos que son malos para nosotros, pero les queremos mucho. Tener malos hábitos no te convierte en una mala persona- incluso si eres consciente de que tu comportamiento tendrá un impacto negativo en tu bienestar-. Si te cuesta realizar un cambio, seguramente te digas dos cosas a ti mismo:

“He [inserta tu hábito aquí] durante mucho tiempo, y no parece que me afecte mucho. Dejarlo me va a costar demasiado y no creo que sea necesario”.

o

“Lo he hecho durante tanto tiempo que no sé vivir de otra forma. No creo que sea capaz de dejarlo”.

Sabemos que es perjudicial pero no nos preocupamos por el futuro. Imagina que existen dos ofertas para ti, la primera es recibir 100 dólares hoy, y la segunda es recibir 1000 pero dentro de 7 años. ¿Qué elegirías?

Aún a sabiendas de que sabes que recibirías más dinero si esperas, seguramente hayas tomado la primera oferta, simplemente no nos gusta esperar para obtener la recompensa, la queremos ya.

La gratificación instantánea siempre será nuestra peor enemiga en cuanto a romper malos hábitos se refiere. Cuando intentas dejar algo malo, tú problema no es intelectual. Saber que algo es malo no es suficiente para que lo dejes. Tus malos hábitos existen, precisamente, porque te hacen sentir bien.

Por fortuna, de todo se sale, y quizás estos tres consejos te puedan ayudar:

Despeja tu mente

Cada vez que sientas la necesidad de recurrir a ese mal hábito, pon la mente en blanco y dedícate a cualquier otra cosa.

Sigue un sistema estricto de castigo o recompensa

Prémiate si estás cumpliendo tu cometido. Comete un helado, haz algo que no harías normalmente. Sin embargo, compórtate con dureza cuando no lo hagas.

Recuerda que la gratificación instantánea es tu peor enemiga

No dejes que el fracaso se interponga en tu camino.