Parémonos por un segundo a pensarlo. ¿Cómo sería nuestra vida si todo fuera una fiesta? Viviríamos el ahora, el momento, ese carpe diem del que hablan tantos poetuiteros. Ya desde ahí suena bien, ¿no?

Tener recogida la habitación

Que si la cama, que si el polvo, que si las cortinas… En la única habitación por la que te tendrías que preocupar por estar cómodo es en esa donde estás rodeado de tus amigos.

De arreglarnos demasiado

¿Toda una vida de fiesta? No nos preocuparíamos por la primera impresión porque sería la ÚNICA impresión.

También te puede interesar: Lecciones de vida que nos dejó ‘La Sociedad de los Poetas Muertos’

Del qué dirán

No hay un mañana. Ni nadie que te eche en cara lo que hiciste o no hiciste ayer. Lo que piensen los demás no tiene cabida en el h0y.

Y de las consecuencias de escribir a alguien de madrugada

Porque todos hemos vivido esa sensación de abrir el WhatsApp por la mañana y no saber ni qué ni por qué escribimos a esa persona para decirle o cosas muy bonitas o que era un auténtico higo de fruta. Bendito corrector.

De cocinar

Está claro que en una vida así los puestos callejeros y la pizza serían el principal sustento de nuestra dieta y la base de nuestra pirámide alimenticia.

De llegar pronto a casa

Adiós reloj. Y si alguien te pregunta, “llegué pronto, estaba saliendo el sol”.

De la cruda

Y lo peor de una vida de fiesta sería la cruda. Pero qué más da, ¡si no tendríamos que sufrirla! Sería parte de nuestra existencia.