Varios estudios científicos han revelado que obtenemos más información de la que pensamos cuando vemos a alguien caminar. ¿Y qué es lo que percibimos de otro con solo verle andar?

Una de las primeras investigaciones sobre este tema fue publicada en 1935 por el psicólogo Werner Wolff, quien filmó a varios individuos caminando y pidió a la gente que interpretara la personalidad de estos.

En este experimento demostró que muchas personas coincidían en “intuir” determinados rasgos personales, haciendo pensar que algunas características nos hacen clasificar al individuo según sus andares. Y aunque los datos revelados fueron de gran interés, la prueba mostraba algunos fallos, algo que hoy en día se ha superado gracias a la tecnología.

En los años 80, psicólogos estadounidenses determinaron dos grandes formas de andar (empleando dispositivos de luz): una más juvenil y otra de mayor edad (pero no tan relacionados con los años).

El primero, con un ritmo más dinámico, mayor movimiento de los brazos y pasos más rápidos, era característico de gente más feliz y animada.

Científicos suizos repitieron este experimento hace unos años, llegando a la misma división en dos grandes grupos (aunque con algunas diferencias).

Un gran grupo con un estilo cálido, despreocupado, confiado y extrovertido, y un segundo grupo, lento, relajado y de mayor estabilidad emocional. Lo interesante del estudio es que los mismos individuos coincidían con estos rasgos cuando se describían a sí mismos, mostrando que el caminar era un reflejo de lo que ellos mismos sentían.

Así que ya sabes: fíjate un poco en tu forma de caminar porque quizá diga de ti algo que no te interesa que se sepa.