Por muy parecidas que puedan resultar las personas introvertidas de las personas con ansiedad social, la realidad es que son como el agua y el aceite. Estas son sus diferencias fundamentales:

En primer lugar, una persona introvertida nace y una persona con ansiedad social se hace

La introversión es parte de la personalidad de cada uno, mientras que la ansiedad se va creando con determinadas experiencias.

La ansiedad social tiene dos ingredientes: los miedos aprendidos y la tendencia a evitar a los demás

Si no hacemos un esfuerzo para combatir nuestros traumas o interactuar con el resto, nunca sabremos todo lo que nos perdimos.

En segundo lugar, las personas que sufren ansiedad social piensan que sus defectos están mejor escondidos

Por eso no se relacionan con el resto, por miedo a descubrirlos. Los introvertidos no ocultan nada, simplemente son así.

La ansiedad social está estrechamente relacionada con el perfeccionismo

A la gente que la padece le gustaría ser la mejor en todo, pero tienen miedo a fallar y a ser juzgados. Los introvertidos no tienen esta presión.

Según un artículo publicado en la web Quiet Revolution, la introversión es positiva porque no conlleva autocrítica ni perfeccionismo, mientras que la ansiedad social es mala porque te deja vencer por tus miedos.

De este modo, la ansiedad social puede solucionarse con práctica, insistencia y perspectiva, además de con las ganas suficientes para enfrentar tus miedos.

La introversión, por su parte, no tiene por qué ser mala tampoco, pues muchas veces implica una personalidad observadora y crítica, capaz de razonar y de pensar las cosas antes de decirlas.