Según se plantea en un artículo de la revista Time, hay tres motivos por los que salimos mal en los selfies: porque somos feos, porque posamos mal a propósito o porque nuestro cerebro lo cree así.

Ante las dos primeras razones poco se puede hacer. Si eres feo, eres feo. Si crees que saliendo mal voluntariamente vas a quedar mejor, allá tú; pero que nuestro cerebro haga que nos veamos raros tiene una explicación científica.

Existen dos tipos de autofotos, dependiendo de la aplicación que usemos para sacarlas: aquellas que toman la imagen como si estuviéramos frente a un espejo y aquellas otras que se toman como si otro nos estuviera observando. El segundo tipo, el que gira la imagen verticalmente y nos la muestra de la forma en la que otros nos estarían viendo, es el que más confusiones nos transmite.

Según contó la experta Pamela Rutge en The Atlantic, las personas están familiarizadas a verse y reconocerse en los espejos, y esto implica cierto gusto. Sin embargo, no estamos acostumbrados a vernos como lo hacen los demás.

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Parte del desencanto que nos llevamos cuando nos vemos en un selfie se debe a que nuestras caras son asimétricas y preferimos verlas como siempre lo hacemos, que verlas como realmente son a ojos del resto.

Además, tal y como dice Nicholas Epley, profesor de la Universidad de Chicago, “la imagen que tienes de ti mismo en tu mente no es exactamente tu imagen real”. Y otro problema puede estar relacionado con la calidad de nuestras cámaras, ya que algunas exageran las proporciones de nuestra cara cuando esta se encuentra muy cerca de la lente.

No obstante, la práctica hace al maestro, y si te sacas un montón de selfies a diario acabarás acostumbrándote a las imágenes que obtengas.

Si no, siempre hay trucos para salir mejor, como tener una buena iluminación, jugar con el fondo, ajustar los ángulos o usar algún filtro.