
Es común saber de alguien que todas las mañanas ya con un café encima, comienza a trabajar sin parar y aprovecha casi de manera perfecta su día. Así mismo, sabemos de los otros especímenes: los nocturnos. Esos que simplemente no pueden trabajar o hacer algo de provecho mientras el sol está afuera. Una vez llegada la noche, su organismo se activa y pueden hacer lo pendiente. Pero muy en el fondo, estamos nosotros; los que no somos ni de un lado ni del otro.
Nuestras horas más productivas, empiezan por ahí de las 10:00 AM y comienzan a bajar después de comer. Para las 8:00 PM, ya estamos perdidos nuevamente y no tenemos la capacidad de hacer algo de provecho.
Y aunque podría parecer algo normal, en realidad es un problema. Una jornada laboral consta de mínimo ocho horas, y nosotros rendimos despiertos máximo cinco de esas ocho. Es un caos que incluso nos ha llevado a pensar en mandar correos donde avises que después de las 2:00 PM, no estás disponible para nadie; además de otras tantas ideas poco profesionales.
Para esta situación, la única solución viable es darle el mayor uso a esas cuatro o cinco horas en las que estás a la orden. Y para lograr esto, toda tu planeación del día debe ir de acuerdo a esas horas.
Así es como funciona: Debido a que tus horas de oro son a mediodía, bloquea ese tiempo para el trabajo creativo y realmente importante. Para cuando tus energías comienzan a bajar, comienza con las tareas que no ocupan mucho de tu cerebro.
¿Qué califica como “tareas que no ocupan mucho tu cerebro? Esto:
-
Responder mensajes de correo electrónico
-
Actualización de hojas de cálculo y documentos
-
Establecimiento de agendas de reuniones
-
Crear una lista de tareas pendientes para el día siguiente
Sabiendo eso, avienta todo lo pesado primero. Si tienes suerte, hasta te motivarás y te divertirás con el reto. El resto de pendientes, pueden esperar un ratito más.