La búsqueda de estacionamiento en las grandes ciudades se convierte cada día en una auténtica odisea. Nuestro mal humor aumenta, a la par que las vueltas que damos a las diferentes manzanas, con la esperanza de que aparezca de la nada un hueco para dejar el coche. Después de muchos minutos sin éxito, empezamos a pensar (y decir) frases tan clásicas como éstas.