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Películas filosóficas que tuercen tu mente pero que son épicas

Petrificado en la butaca del cine o en el sofá. Hay películas que te dejan torcidísimo. Por su final, por su reflexión, porque no te esperas el desenlace. Porque son filosóficas, turbias… Te hackean la mente y luego estás dos o tres días dándole vueltas al asunto. Por eso nos gustan. Pero no suelen ser taquillazos, ni triunfan demasiado, así que muchas se nos escapan. Tranquilidad: allá va una guía de películas para darse un maratón épico de rayadura cerebral.

Cube, de Vincenzo Natali

Un grupo de personas despierta en un laberinto compuesto por habitaciones cúbicas selladas herméticamente y conectadas entre sí. Tras superar el shock inicial, deciden pensar en cómo salir de esa cárcel, pero se dan cuenta de que algunos de esos cubos encierran una trampa mortal: cuchillas, gas letal y lenguas de fuego. Una inquietante historia en la que los protagonistas, que nada tienen que ver entre sí, se ven obligados a colaborar para sobrevivir.

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La cinta blanca, de Michael Haneke

Viaje en el tiempo: volvemos a la Alemania de 1913, justo antes de la Primera Guerra Mundial. En un pueblecito del norte, de rígida moral protestante, conviven unos vecinos amedrentados por el cacique local, por el maestro y por el párroco. Pronto empiezan a ocurrir extraños sucesos de brutal violencia que atemorizan a todos los vecinos. Todo apunta a que son los siniestros hijos del maestro los que están detrás de esos inquietantes crímenes.

I Spit on Your Grave, de Steven R. Monroe

Una historia sobre la locura humana y la venganza más cruel tras una experiencia traumática. Jennifer Hills, la protagonista, se muda a una apartada cabañita en medio de la montaña, y es atacada por un grupo de hombres que la violan salvajemente y huyen al darla por muerta. Pero de muerta nada: Jennifer nos enseña hasta qué nivel de sadismo puede llegar el ser humano cuando tiene sed de venganza.

Mr. Nobody, de Jaco Van Dormael

Teorías de física cuántica sobre el universo, el caos, la filosofía… Todos somos el fruto de nuestras decisiones cotidianas. Tomar o no ese autobús, salir antes de casa, viajar o no viajar a ese lugar. ¿Qué ocurriría si nuestra mente pudiera hacer que viviéramos todas nuestras posibles vidas? Nemo Nobody, el protagonista de la película, es capaz de hacerlo, y las rememora todas en su lecho de muerte en un mundo en el que el ser humano ha sido capaz de alcanzar la inmortalidad.

El árbol de la vida, de Terrence Malick

Ambientada en los años 50 y en Estados Unidos, cuenta la historia de una familia a través de su hijo mayor. En su paso de la niñez a la adolescencia, Jack evoluciona influenciado por su autoritario padre y por su bondadosa madre. Ya de mayor, se nos presenta a Jack como un adulto perdido que reflexiona sobre el origen y el significado de la vida, las relaciones personales y el sentido de la existencia.

Vivir es para siempre, de Gustavo Ron

Sam tiene prisa por hacerlo todo. Sólo tiene 12 años, pero ya quiere darle un sorbo a una cerveza, darle una calada a un cigarro y besar a una chica. Tiene prisa porque, aunque los adultos no sean muy claros en sus contestaciones, sabe que no le queda mucho tiempo. Tiene leucemia y está seguro de que morirá pronto, por eso también tiene curiosidad por entender qué es eso de la muerte. Dramón que garantiza risas y lloros casi a partes iguales.

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