El tiempo va pasando, tan deprisa que ni nos damos cuenta. Y de repente, un día nos levantamos de la cama y ya tenemos 25 primaveras. Hemos terminado la universidad, unos diplomados, hemos sido becarios, y si tenemos suerte hemos encontrado un trabajo malpagado que puede que hasta tenga algo que ver con lo que hemos estudiado durante los últimos siete años de nuestra existencia.
Nuestra vida ha cambiado, quizás no sea como imaginamos que iba a ser cuando aún éramos adolescentes, o quizás supere nuestras expectativas, pero lo que está claro es que nuestro tiempo libre y nuestros fines de semana ya no son lo que eran.
Que llegue el viernes por la noche y no tengas plan, es perfecto
En cuanto salimos de trabajar, por mucho tomamos una cerveza con los compañeros, porque lo que estamos deseando es llegar a casa, tirarnos en la cama y no hacer nada.
Ahora estás esperando a que lleguen los fines de semana para poner lavadoras y arreglar la casa
No es que te parezcan tareas divertidas, pero es fin de semana, tienes tiempo libre y tienes que hacer algo productivo.
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Los temas centrales en las conversaciones con tu grupo
Ahora se centran en decidir dónde ir a comer, organizar una despedida tras otra, y qué regalarle a la hija recién nacida de tu prima, de tu compañero de trabajo o de tu mejor amiga…
Nunca sales de fiesta
A no ser que sea por un motivo especial y sepas seguro que tienes libre todo el día siguiente para pasártela tirado intentando superar la resaca.
Hacer las compras en el super se ha convertido en algo terapéutico
No en algo que tienes que hacer por obligación.
Y dormir un mínimo de ocho horas cada noche es la regla principal de tu nuevo modo de vida
Si no la cumples, la siguiente semana es un absoluto infierno.
Pones el teléfono en silencio
E ignoras todos los mensajes que sugieren salir.